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VIVIR JUNTO AL TURIA,
hace 4.000 Años
Helena Bonet Rosado
Directora del Museu de Prehistòria de València y del Servei d’Investigació Prehistòrica
En el año 2014 se han cumplido treinta años del inicio de
las excavaciones en la Lloma de Betxí de Paterna y, precisamente de aquella primera campaña, dirigida por Mª
Jesús de Pedro y en la que participé, recuerdo la que fue
unas de las jornadas más intensas vividas en una excavación, a pesar de tratarse de un yacimiento que corresponde a un periodo prehistórico en el que no soy especialista.
En 1984 finalizábamos las excavaciones en el poblado
ibérico del Puntal dels Llops de Olocau y comenzaban
las campañas en otros yacimientos de la Cultura Ibérica
de la zona, no menos emblemáticos, como el Castellet
de Bernabé en Llíria y la Seña en Villar del Arzobispo.
Excavaciones todas ellas dentro de un proyecto de investigación más amplio sobre el poblamiento en torno a la
ciudad ibérica de Edeta/ Llíria, centrado en las comarcas
del Camp de Túria y de los Serranos. El estudio de este
< El río Turia en las proximidades de la
Lloma de Betxí. Hace 4.000 años.
territorio no se limitaba a los periodos del Hierro Antiguo,
Ibérico y Romano sino que se trataba de completar la secuencia cronológica con el estudio del patrón de poblamiento durante la Edad del Bronce por parte de Mª Jesús
de Pedro. En este contexto, repleto de las inquietudes
compartidas por un grupo de jóvenes arqueólogos, la
Lloma de Betxí nos dejaría su impronta inesperada.
Entre los muchos yacimientos prospectados de
este periodo, la Lloma de Betxí contaba, en la década de
los ochenta, con una escueta documentación en los archivos del SIP que se remontaba a las primeras noticias de
Nicolau Primitiu Gómez-Serrano, allá por los años veinte
(Gómez-Serrano, 1931: 79 y 129). La ficha del yacimiento
(Fig. 1) lo recoge como el Castellet de la Lloma de Bechí,
en la Vallesa de Mandor y lo describe como un yacimiento
del periodo eneolítico, terminología que aplicaba el SIP
a la mayoría de poblados de la Edad del Bronce cuando
se carecía de excavaciones sistemáticas en extensión y se
catalogaban en función de los hallazgos recogidos en superficie, como eran las cerámicas a mano y algunas lascas
de sílex. En la visita que realiza Gómez-Serrano en febrero
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Fig. 1. Primera ficha del yacimiento de la Lloma de Betxí.
Años 30 del siglo xx. Archivo documental del SIP.
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de 1924 a la Lloma destaca su situación privilegiada sobre
el río Turia y su aspecto fortificado con los muros escalonados. En esa jornada recoge abundantes cerámicas tipo
«argar», molinos de mano y sílex. Sin embargo, ahora, en
las prospecciones de la década de los ochenta, por parte de Mª J. de Pedro, junto con Joan Bernabeu, Consuelo
Mata y yo misma, algunas de las cerámicas recuperadas
en superficie parecían corresponder a momentos avan-
zados o finales de la Edad del Bronce, de acuerdo con el
tratamiento de sus superficies alisadas y algunas de las
formas carenadas. Ello coincidía con que el interés por
este periodo era doble: por un lado, Mª J. de Pedro estaba
estudiando el asentamiento del Bronce Final del Puntal
dels LLops y preparaba su tesis doctoral sobre el Bronce
Valenciano, mientras que, por su parte, C. Mata se ocupaba del Hierro Antiguo y de los orígenes de la Cultura
Ibérica. De modo, pues, había un interés muy especial en
localizar asentamientos de este periodo de transición, que
había que acotar entre el 1000 y el 600 a.C., muy escasos
en la zona de estudio.
De ahí que se solicitase al entonces director del SIP,
Enrique Pla Ballester, la realización de una primera campaña de excavaciones con el fin de esclarecer el final del
periodo del Bronce Valenciano y los orígenes de la Cultura
Ibérica. Sin embargo, los resultados de la campaña se alejaron considerablemente de los planteamientos iniciales
al descubrirse un asentamiento del Bronce Pleno con una
cronología estimada entre el 1800-1700 y el 1400-1300
a.C. Por otro lado, se descubre un poblado único con un
estado de conservación excepcional, sin paralelos en la
zona. Un potente nivel de incendio sellaba una habitación con muros de cerca dos metros de altura, repleta de
enseres domésticos. Una riqueza de materiales arqueológicos que conocíamos en el caso de los hallazgos in situ
en los poblados ibéricos de la zona de Llíria, pero que era
excepcional en un poblado de la Edad del Bronce. Ollas,
grandes vasos y pequeños cuencos llenos de semillas de
cereal carbonizado, se hallaban en el rincón S de esta gran
vivienda y algunos de ellos contenían en su interior botones de marfil con perforación en V, hojas de sílex para
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Fig. 2. Planta de la primera campaña de excavación, 1984, con la
dispersión de los hallazgos. Dibujo de Helena Bonet.
Vivir junto al Turia, hace 4.000 años. Helena Bonet Rosado
hoces y un largo etcétera de objetos. Todo ello disperso
por el suelo de la habitación tal y como quedó tras el gran
incendio que arruinó el poblado hace unos 4.000 años, según se desprende de las dataciones absolutas de 14C que
los estudios posteriores han aportado. Pero el interés de
la Lloma no se limita a la excepcionalidad de los enseres,
la mayoría de ellos completos, sino también a la conservación de sus estructuras constructivas. Las altas paredes de
las habitaciones, hechas de piedras y barro, conservan su
enlucido, y limitadas por ellas podemos observar la doble
hilera de las bases de piedra sobre las que se levantaban
los postes de madera, así como los propios restos carbonizados de los postes y de la techumbre, que nos permiten
reconstruir la estructura de la cubierta vegetal. En el interior de las habitaciones, cubetas y soportes para vasijas,
construidos en barro, nos hablan de los equipamientos
domésticos, de los telares que soportaban los contrapesos
de barro que allí se encuentran, de la molienda del grano
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en los molinos de vaivén: son la huella de las actividades
propias de la vida cotidiana de aquella comunidad, que
nunca hasta entonces se nos habían revelado con tanta
intensidad. Recuerdo no dar abasto dibujando y numerando en papel milimetrado los hallazgos de las últimas
jornadas de la campaña, según iban excavando Mª J. de
Pedro y el resto del equipo (Fig. 2). La concentración de
vasos y de granos de cereal en esta zona nos mostraba
que sin duda estábamos en aquel sector de la vivienda
destinado al almacenaje de los víveres de la comunidad,
que quedó sepultado por un gran incendio y el posterior
derrumbe de las paredes, y que ahora podemos reproducir prácticamente en su totalidad, como se muestra en
una gran vitrina de la sala dedicada a la Edad del Bronce
del Museo de Prehistoria de Valencia.
[ 14 ]
Aparte de la corta, pero inolvidable, experiencia
personal en aquella primera campaña de excavaciones,
la Lloma de Betxí se convirtió en un yacimiento clave para
el conocimiento de la Edad del Bronce y en un referente
en la arqueología peninsular. Y estos avances científicos
van inevitablemente unidos a la trayectoria investigadora de Mª J. de Pedro cuyas excavaciones en la Muntanya
Assolada de Alzira, junto con Bernat Martí y Rosa Enguix,
el Puntal dels Llops de Olocau, l’Arbocer y l’Altet de Palau
de la Font de la Figuera y, por supuesto, la Lloma de Betxí
han permitido reconstruir el panorama de la cultura del
Bronce Valenciano en la zona central del País Valenciano.
Una vez finalizadas las excavaciones en el asentamiento en el año 2013 y publicados la mayor parte de sus
resultados, el Museo de Prehistoria se plantea la necesidad
de abordar dos ambiciosos proyectos. Como centro museístico, cuyo principal objetivo es comunicar y trasmitir el
conocimiento arqueológico es fundamental difundir nuestras investigaciones a nivel divulgativo y potenciar y recuperar el patrimonio arqueológico para disfrute de nuestra
sociedad. En este sentido, durante estos años se han llevado a cabo varias intervenciones de conservación y restauración en la Lloma de Betxí, siendo muy conscientes de
la urgencia de un proyecto más amplio de puesta en valor,
con acondicionamiento de accesos, señalética y la adecuación de instalaciones en el propio yacimiento para visitas
concertadas. Enclavado en un entorno privilegiado en el
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Vivir junto al Turia, hace 4.000 años. Helena Bonet Rosado
Parque Natural del Turia, en la Vallesa de Mandor, el Museo
de Prehistoria realiza, en colaboración con el Parque, una
Jornada de Puertas Abiertas en los meses de otoño.
El otro reto que debía de afrontar el Museo de
Prehistoria era hacer una exposición monográfica sobre
la Lloma de Betxí y el treinta aniversario del inicio de la
excavación era una buena ocasión para publicar y mostrar al público los resultados de los trabajos realizados
durante tres décadas en uno de los yacimientos más emblemáticos del SIP. La apuesta debía ser acorde con la
importancia del yacimiento y por ello la muestra tiene un
planteamiento expositivo original donde no se presentan
exclusivamente los materiales y los resultados de las investigaciones, sino que se ha apostado por un discurso didáctico donde se hace especial hincapié en la utilización
de las nuevas tecnologías y ambientaciones envolventes
para el visitante (Fig. 3). En este apartado hay que destacar
el papel de las también comisarias de la exposición, Eva
Ripollés y Laura Fortea quienes, como monitoras y responsables de la Didáctica del Museo de Prehistoria, han
elaborado un discurso expositivo planteado de manera
narrativa cuyo principal objetivo es crear una museografía didáctica que propicie la interacción con el visitante así
como experimentar con nuevos recursos comunicativos
que impliquen al público en la reconstrucción del pasado.
La exposición plantea una doble lectura con una
primera parte narrativa y otra más analítica y procedimental. La parte narrativa, contada en primera persona por
uno de los habitantes, relata el momento de la llegada
del grupo al asentamiento, cómo construyeron la aldea y
cómo se desarrollaba la vida diaria en su interior, y el ritual
de enterramiento del miembro más anciano de la familia.
Para generar en el espectador interés y expectación se ha
creado un recorrido que se inicia con el paisaje, los cultivos y la fauna que circundan el asentamiento hace 4.000
años para luego pasar a un segundo ámbito donde se ha
recreado eI espacio de habitación. Los objetos y enseres
originales recuperados en la excavación, apoyados de
material informativo de paneles, módulos interactivos y
murales, nos relatan las actividades cotidianas realizadas
por la comunidad, es decir la transformación y el consumo
de los alimentos, el tejido, la alfarería, el trabajo del hueso
y del metal, la agricultura y ganadería. La representación
del incendio, que puso fin a la ocupación del asentamiento, da paso a la segunda parte dedicada a la investigación
arqueológica donde se explica cómo se obtiene la información en la excavación. A través de nueve bloques temáticos equipados con unidades didácticas manipulables, el
visitante puede interactuar con los arqueólogos sobre las
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Fig. 3. Planta y alzado de la exposición temporal
Vivir junto al Turia hace 4.000 años. La Lloma de Betxí.
Dibujo de Francisco Chiner.
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tigadores, especialistas en geomorfología, antropología
física, antracología, paleocarpología, arqueozoología, arqueometalurgia e industria ósea han contribuido con sus
últimos trabajos, muchos de ellos inéditos, a renovar la visión tradicional que teníamos de la Cultura de la Edad del
Bronce en temas de paleoambiente, subsistencia y modos de producción, en los usos tecnológicos, en hábitos
sociales y comportamientos. Los últimos capítulos nos
remiten a los recientes estudios sobre patrones de poblamiento en el sur de las tierras alicantinas acercándonos a
la cultura de El Argar, referencia necesaria. Finalmente, a
modo de reflexión, se debate sobre el fututo patrimonial
de la Lloma de Betxí y su uso público.
Con la exposición y el catálogo Vivir junto al Turia
hace 4.000 años. La Lloma de Betxí, es deseo del Museo de
Prehistoria despertar en el visitante el interés por aquellos
grupos humanos que nos precedieron y que ya configuraban una compleja y avanzada organización social como
se puede ver a través del mensaje que aquella comunidad agrícola nos ha legado a través de sus objetos y de la
huella que dejaron en la tierra.
Vivir junto al Turia, hace 4.000 años. Helena Bonet Rosado
grandes preguntas que plantea toda excavación científica: ¿Quiénes viven ahí? ¿Qué comían? ¿De qué murieron?
¿Cómo se construyó el poblado? ¿Cómo hacían las cerámicas? ¿Cómo se fechan los hallazgos? ¿Qué nos cuentan
los restos carbonizados? Destacar en esta parte de la exposición una proyección 3D sobre la reconstrucción virtual
del poblado de la Lloma de Betxí, así como de su entorno,
para finalizar el recorrido de la muestra con un audiovisual
general sobre la historia de las excavaciones, de los hallazgos más relevantes y de los futuros proyectos de investigación y conservación en este importante yacimiento.
Como es habitual en las exposiciones del Museo
de Prehistoria, esta muestra se complementa con el presente catálogo que recoge la contribución de más de
veinte reconocidos especialistas en la Edad del Bronce
y en diferentes campos y disciplinas de la arqueología
prehistórica. En el primer capítulo, Mauro Hernández nos
hace una síntesis del estado de la cuestión de la Edad del
Bronce en las tierras valencianas abordando algunos de
los aspectos más destacados y debatidos, mientras que
el grueso del catálogo se dedica, como no podía ser de
otra manera, a la Lloma de Betxí. Las comisarias, Mª Jesús
de Pedro, Laura Fortea y Eva Ripollés abordan la historia
de la investigación del asentamiento, los personajes que
habitaron esta pequeña aldea agropecuaria, el espacio
doméstico y el estudio de sus equipamientos así como
la organización espacial en el territorio. El resto de inves-
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VIVIR JUNTO AL TURIA,
hace 4.000 Años
Helena Bonet Rosado
Directora del Museu de Prehistòria de València y del Servei d’Investigació Prehistòrica
En el año 2014 se han cumplido treinta años del inicio de
las excavaciones en la Lloma de Betxí de Paterna y, precisamente de aquella primera campaña, dirigida por Mª
Jesús de Pedro y en la que participé, recuerdo la que fue
unas de las jornadas más intensas vividas en una excavación, a pesar de tratarse de un yacimiento que corresponde a un periodo prehistórico en el que no soy especialista.
En 1984 finalizábamos las excavaciones en el poblado
ibérico del Puntal dels Llops de Olocau y comenzaban
las campañas en otros yacimientos de la Cultura Ibérica
de la zona, no menos emblemáticos, como el Castellet
de Bernabé en Llíria y la Seña en Villar del Arzobispo.
Excavaciones todas ellas dentro de un proyecto de investigación más amplio sobre el poblamiento en torno a la
ciudad ibérica de Edeta/ Llíria, centrado en las comarcas
del Camp de Túria y de los Serranos. El estudio de este
< El río Turia en las proximidades de la
Lloma de Betxí. Hace 4.000 años.
territorio no se limitaba a los periodos del Hierro Antiguo,
Ibérico y Romano sino que se trataba de completar la secuencia cronológica con el estudio del patrón de poblamiento durante la Edad del Bronce por parte de Mª Jesús
de Pedro. En este contexto, repleto de las inquietudes
compartidas por un grupo de jóvenes arqueólogos, la
Lloma de Betxí nos dejaría su impronta inesperada.
Entre los muchos yacimientos prospectados de
este periodo, la Lloma de Betxí contaba, en la década de
los ochenta, con una escueta documentación en los archivos del SIP que se remontaba a las primeras noticias de
Nicolau Primitiu Gómez-Serrano, allá por los años veinte
(Gómez-Serrano, 1931: 79 y 129). La ficha del yacimiento
(Fig. 1) lo recoge como el Castellet de la Lloma de Bechí,
en la Vallesa de Mandor y lo describe como un yacimiento
del periodo eneolítico, terminología que aplicaba el SIP
a la mayoría de poblados de la Edad del Bronce cuando
se carecía de excavaciones sistemáticas en extensión y se
catalogaban en función de los hallazgos recogidos en superficie, como eran las cerámicas a mano y algunas lascas
de sílex. En la visita que realiza Gómez-Serrano en febrero
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Fig. 1. Primera ficha del yacimiento de la Lloma de Betxí.
Años 30 del siglo xx. Archivo documental del SIP.
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de 1924 a la Lloma destaca su situación privilegiada sobre
el río Turia y su aspecto fortificado con los muros escalonados. En esa jornada recoge abundantes cerámicas tipo
«argar», molinos de mano y sílex. Sin embargo, ahora, en
las prospecciones de la década de los ochenta, por parte de Mª J. de Pedro, junto con Joan Bernabeu, Consuelo
Mata y yo misma, algunas de las cerámicas recuperadas
en superficie parecían corresponder a momentos avan-
zados o finales de la Edad del Bronce, de acuerdo con el
tratamiento de sus superficies alisadas y algunas de las
formas carenadas. Ello coincidía con que el interés por
este periodo era doble: por un lado, Mª J. de Pedro estaba
estudiando el asentamiento del Bronce Final del Puntal
dels LLops y preparaba su tesis doctoral sobre el Bronce
Valenciano, mientras que, por su parte, C. Mata se ocupaba del Hierro Antiguo y de los orígenes de la Cultura
Ibérica. De modo, pues, había un interés muy especial en
localizar asentamientos de este periodo de transición, que
había que acotar entre el 1000 y el 600 a.C., muy escasos
en la zona de estudio.
De ahí que se solicitase al entonces director del SIP,
Enrique Pla Ballester, la realización de una primera campaña de excavaciones con el fin de esclarecer el final del
periodo del Bronce Valenciano y los orígenes de la Cultura
Ibérica. Sin embargo, los resultados de la campaña se alejaron considerablemente de los planteamientos iniciales
al descubrirse un asentamiento del Bronce Pleno con una
cronología estimada entre el 1800-1700 y el 1400-1300
a.C. Por otro lado, se descubre un poblado único con un
estado de conservación excepcional, sin paralelos en la
zona. Un potente nivel de incendio sellaba una habitación con muros de cerca dos metros de altura, repleta de
enseres domésticos. Una riqueza de materiales arqueológicos que conocíamos en el caso de los hallazgos in situ
en los poblados ibéricos de la zona de Llíria, pero que era
excepcional en un poblado de la Edad del Bronce. Ollas,
grandes vasos y pequeños cuencos llenos de semillas de
cereal carbonizado, se hallaban en el rincón S de esta gran
vivienda y algunos de ellos contenían en su interior botones de marfil con perforación en V, hojas de sílex para
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Fig. 2. Planta de la primera campaña de excavación, 1984, con la
dispersión de los hallazgos. Dibujo de Helena Bonet.
Vivir junto al Turia, hace 4.000 años. Helena Bonet Rosado
hoces y un largo etcétera de objetos. Todo ello disperso
por el suelo de la habitación tal y como quedó tras el gran
incendio que arruinó el poblado hace unos 4.000 años, según se desprende de las dataciones absolutas de 14C que
los estudios posteriores han aportado. Pero el interés de
la Lloma no se limita a la excepcionalidad de los enseres,
la mayoría de ellos completos, sino también a la conservación de sus estructuras constructivas. Las altas paredes de
las habitaciones, hechas de piedras y barro, conservan su
enlucido, y limitadas por ellas podemos observar la doble
hilera de las bases de piedra sobre las que se levantaban
los postes de madera, así como los propios restos carbonizados de los postes y de la techumbre, que nos permiten
reconstruir la estructura de la cubierta vegetal. En el interior de las habitaciones, cubetas y soportes para vasijas,
construidos en barro, nos hablan de los equipamientos
domésticos, de los telares que soportaban los contrapesos
de barro que allí se encuentran, de la molienda del grano
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en los molinos de vaivén: son la huella de las actividades
propias de la vida cotidiana de aquella comunidad, que
nunca hasta entonces se nos habían revelado con tanta
intensidad. Recuerdo no dar abasto dibujando y numerando en papel milimetrado los hallazgos de las últimas
jornadas de la campaña, según iban excavando Mª J. de
Pedro y el resto del equipo (Fig. 2). La concentración de
vasos y de granos de cereal en esta zona nos mostraba
que sin duda estábamos en aquel sector de la vivienda
destinado al almacenaje de los víveres de la comunidad,
que quedó sepultado por un gran incendio y el posterior
derrumbe de las paredes, y que ahora podemos reproducir prácticamente en su totalidad, como se muestra en
una gran vitrina de la sala dedicada a la Edad del Bronce
del Museo de Prehistoria de Valencia.
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Aparte de la corta, pero inolvidable, experiencia
personal en aquella primera campaña de excavaciones,
la Lloma de Betxí se convirtió en un yacimiento clave para
el conocimiento de la Edad del Bronce y en un referente
en la arqueología peninsular. Y estos avances científicos
van inevitablemente unidos a la trayectoria investigadora de Mª J. de Pedro cuyas excavaciones en la Muntanya
Assolada de Alzira, junto con Bernat Martí y Rosa Enguix,
el Puntal dels Llops de Olocau, l’Arbocer y l’Altet de Palau
de la Font de la Figuera y, por supuesto, la Lloma de Betxí
han permitido reconstruir el panorama de la cultura del
Bronce Valenciano en la zona central del País Valenciano.
Una vez finalizadas las excavaciones en el asentamiento en el año 2013 y publicados la mayor parte de sus
resultados, el Museo de Prehistoria se plantea la necesidad
de abordar dos ambiciosos proyectos. Como centro museístico, cuyo principal objetivo es comunicar y trasmitir el
conocimiento arqueológico es fundamental difundir nuestras investigaciones a nivel divulgativo y potenciar y recuperar el patrimonio arqueológico para disfrute de nuestra
sociedad. En este sentido, durante estos años se han llevado a cabo varias intervenciones de conservación y restauración en la Lloma de Betxí, siendo muy conscientes de
la urgencia de un proyecto más amplio de puesta en valor,
con acondicionamiento de accesos, señalética y la adecuación de instalaciones en el propio yacimiento para visitas
concertadas. Enclavado en un entorno privilegiado en el
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Vivir junto al Turia, hace 4.000 años. Helena Bonet Rosado
Parque Natural del Turia, en la Vallesa de Mandor, el Museo
de Prehistoria realiza, en colaboración con el Parque, una
Jornada de Puertas Abiertas en los meses de otoño.
El otro reto que debía de afrontar el Museo de
Prehistoria era hacer una exposición monográfica sobre
la Lloma de Betxí y el treinta aniversario del inicio de la
excavación era una buena ocasión para publicar y mostrar al público los resultados de los trabajos realizados
durante tres décadas en uno de los yacimientos más emblemáticos del SIP. La apuesta debía ser acorde con la
importancia del yacimiento y por ello la muestra tiene un
planteamiento expositivo original donde no se presentan
exclusivamente los materiales y los resultados de las investigaciones, sino que se ha apostado por un discurso didáctico donde se hace especial hincapié en la utilización
de las nuevas tecnologías y ambientaciones envolventes
para el visitante (Fig. 3). En este apartado hay que destacar
el papel de las también comisarias de la exposición, Eva
Ripollés y Laura Fortea quienes, como monitoras y responsables de la Didáctica del Museo de Prehistoria, han
elaborado un discurso expositivo planteado de manera
narrativa cuyo principal objetivo es crear una museografía didáctica que propicie la interacción con el visitante así
como experimentar con nuevos recursos comunicativos
que impliquen al público en la reconstrucción del pasado.
La exposición plantea una doble lectura con una
primera parte narrativa y otra más analítica y procedimental. La parte narrativa, contada en primera persona por
uno de los habitantes, relata el momento de la llegada
del grupo al asentamiento, cómo construyeron la aldea y
cómo se desarrollaba la vida diaria en su interior, y el ritual
de enterramiento del miembro más anciano de la familia.
Para generar en el espectador interés y expectación se ha
creado un recorrido que se inicia con el paisaje, los cultivos y la fauna que circundan el asentamiento hace 4.000
años para luego pasar a un segundo ámbito donde se ha
recreado eI espacio de habitación. Los objetos y enseres
originales recuperados en la excavación, apoyados de
material informativo de paneles, módulos interactivos y
murales, nos relatan las actividades cotidianas realizadas
por la comunidad, es decir la transformación y el consumo
de los alimentos, el tejido, la alfarería, el trabajo del hueso
y del metal, la agricultura y ganadería. La representación
del incendio, que puso fin a la ocupación del asentamiento, da paso a la segunda parte dedicada a la investigación
arqueológica donde se explica cómo se obtiene la información en la excavación. A través de nueve bloques temáticos equipados con unidades didácticas manipulables, el
visitante puede interactuar con los arqueólogos sobre las
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Fig. 3. Planta y alzado de la exposición temporal
Vivir junto al Turia hace 4.000 años. La Lloma de Betxí.
Dibujo de Francisco Chiner.
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tigadores, especialistas en geomorfología, antropología
física, antracología, paleocarpología, arqueozoología, arqueometalurgia e industria ósea han contribuido con sus
últimos trabajos, muchos de ellos inéditos, a renovar la visión tradicional que teníamos de la Cultura de la Edad del
Bronce en temas de paleoambiente, subsistencia y modos de producción, en los usos tecnológicos, en hábitos
sociales y comportamientos. Los últimos capítulos nos
remiten a los recientes estudios sobre patrones de poblamiento en el sur de las tierras alicantinas acercándonos a
la cultura de El Argar, referencia necesaria. Finalmente, a
modo de reflexión, se debate sobre el fututo patrimonial
de la Lloma de Betxí y su uso público.
Con la exposición y el catálogo Vivir junto al Turia
hace 4.000 años. La Lloma de Betxí, es deseo del Museo de
Prehistoria despertar en el visitante el interés por aquellos
grupos humanos que nos precedieron y que ya configuraban una compleja y avanzada organización social como
se puede ver a través del mensaje que aquella comunidad agrícola nos ha legado a través de sus objetos y de la
huella que dejaron en la tierra.
Vivir junto al Turia, hace 4.000 años. Helena Bonet Rosado
grandes preguntas que plantea toda excavación científica: ¿Quiénes viven ahí? ¿Qué comían? ¿De qué murieron?
¿Cómo se construyó el poblado? ¿Cómo hacían las cerámicas? ¿Cómo se fechan los hallazgos? ¿Qué nos cuentan
los restos carbonizados? Destacar en esta parte de la exposición una proyección 3D sobre la reconstrucción virtual
del poblado de la Lloma de Betxí, así como de su entorno,
para finalizar el recorrido de la muestra con un audiovisual
general sobre la historia de las excavaciones, de los hallazgos más relevantes y de los futuros proyectos de investigación y conservación en este importante yacimiento.
Como es habitual en las exposiciones del Museo
de Prehistoria, esta muestra se complementa con el presente catálogo que recoge la contribución de más de
veinte reconocidos especialistas en la Edad del Bronce
y en diferentes campos y disciplinas de la arqueología
prehistórica. En el primer capítulo, Mauro Hernández nos
hace una síntesis del estado de la cuestión de la Edad del
Bronce en las tierras valencianas abordando algunos de
los aspectos más destacados y debatidos, mientras que
el grueso del catálogo se dedica, como no podía ser de
otra manera, a la Lloma de Betxí. Las comisarias, Mª Jesús
de Pedro, Laura Fortea y Eva Ripollés abordan la historia
de la investigación del asentamiento, los personajes que
habitaron esta pequeña aldea agropecuaria, el espacio
doméstico y el estudio de sus equipamientos así como
la organización espacial en el territorio. El resto de inves-
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